-armstrong.freelance-
(Viktor Oliva)
Un artículo de mi mejor amigo en el que hace una defensa apasionada de la lectura. Fue publicado en febrero de este año en el diario LAVERDAD.
EXILIO INTERIOR
Miénteme
Manifiesto a favor de la ignorancia y contra la lectura
20.02.10 - 01:31 -
EUGENIO FOUZ PROFESOR DE INSTITUTO Y ESCRITOR
«Me desperté en el corazón de la noche»
(Alessandro Baricco, Homero, Ilíada)
Abracadabra no significa nada, el lenguaje es algo arbitrario y sin sentido. ¿De qué vale completar un crucigrama? ¿Para qué sirve la educación? ¿Para qué está la prensa? ¿Para qué la literatura?
No tiene ningún valor leer libros con mensajes como «primero vivir, luego filosofar». Nada, no se aprende nada de los libros. La realidad está muy lejos. La vida de verdad no está encerrada en las hojas escritas, ni en los periódicos.
El modo indicativo es el único posible. Lo subjuntivo no cuenta. En este mundo importa lo que ocurre aquí y ahora. No hay segundas tomas, ni arrepentimiento ni perdón. Lo hipotético o lo que uno sueña no es relevante para nada.
Si Lorca escribió «verde que te quiero verde» y era verdad, ¿qué importancia tiene? ¿Qué clase de valentía es la de un padre que se acerca al enemigo a pedir lo que le pertenece cuando el enemigo se llama Aquiles? ¿Cómo en una escena de esta clase uno es capaz de echarse a llorar? ¿A quién le ayuda un aforismo o una frase sabia?
No es nada recomendable prestar los ojos a esas líneas horizontales de letras inmóviles. Menos todavía si se inicia el código interno y arranca el hechizo adivinándose un sentido diestro o siniestro. No, no debe dejarse llevar y ser curioso porque no dejará entonces de sentir hambre, un hambre insaciable. Para esos hambrientos se crean las escuelas y las bibliotecas.
Leer hace daño, mucho daño. O si no, ¿de qué manera ayuda la letra de una canción a aliviar el dolor de un corazón roto? ¿Qué magia existe en una fórmula matemática o en un conjuro? ¿Es que acaso un rezo tiene sentido alguna vez?
Recuerde lo que se dice del ingenioso hidalgo y de cómo la lectura de ciertos escritos le volvieron loco. Piense en el mal estudiante secuestrado en una celda incómoda en la cárcel. Es más fácil creer lo que se nos dice que esforzarse en pensar. Mejor no hablar de la lectura entre líneas o de significados ocultos detrás de esos signos.
Algunos versos son especialmente hermosos y acertados. «Yo sé que ver y oír a un triste enfada» o «un hombre gris avanza por la calle de niebla» pero no tienen ningún sentido. No son como un cuadro o una fotografía vista mil veces. A no ser, claro está, que el lector esté infectado o enfermo y se le haga necesario e imprescindible el alfabeto y la lectura.
Ahora que uno lo piensa, estamos perdidos. Se cuelan esos bichitos por nuestros ojos y se meten en la cabeza, los pulmones o el vientre. Circulan a todas horas tranquilamente por la sangre y la hacen suya. Una vez que se ha leído algo despacio, uno está vencido. ¡Como si únicamente existiesen las letras y el lenguaje en este mundo!
No son sólo los libros o las novelas de ficción, sino también los periódicos. Leer prensa a diario es lo peor que puede hacer. De ahí no le salva nadie, ni lo sueñe. Le van a cautivar las palabras, un titular pringado de literatura, las entradillas o el peculiar formato de columnas y fotografías. Ni se le ocurrra ponerse a hacer comparaciones entre la calidad de un reportaje con un ensayo formal. Mejor no lo haga. A pesar de lo que le digan, no se crea nada. Los de la prensa ya lo han pensado antes y lo guardan todo en una hemeroteca. La hemeroteca es una afrenta a la fugacidad de las cosas de la vida.
La letra mata y no deja espacio a la inocencia. La letra es una enfermedad en vena que engancha y convierte al hombre en lector, por lo tanto, en un individuo lento, reflexivo y triste.
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